viernes, diciembre 16, 2016

Paris I.Vigipirate.

Paris. El sistema Vigipirate no es una atracción más, pero su vigilancia es mucho más siniestra que la de las gárgolas de Notre-Dame, inocentes seres de mirada  pétrea que se nos antojan ángeles custodios frente al peligro de cuatro soldaditos en formación que, fusil en mano, no dudarán en escupir fuego ante cualquier movimiento que consideren extraño. Resulta difícil disfrutar del vértigo en el elevador de la Torre Eiffel cuando descubrimos, entre los puntitos en que se van convirtiendo las personas a nuestros pies, estas constelaciones en formación y grotescamente ataviadas con uniformes de camuflaje. No deja de llamarme la atención el nombrecito, porque esa vigilancia no tiene nada de pirata. Es mas bien todo lo contrario. La ostentación en estado puro. Estamos aquí, porque toda esta belleza es nuestra, parecen decir,  y tú, seas turista, residente, inmigrante o SDF, eres sospechoso de querer acabar con ella. Los chicos y chicas del Vigipirate, son personas de las mismas razas que turistas, residentes, inmigrantes y clochards. O sea, que nos estamos vigilando mutuamente. Cuestionar explícitamente su presencia, por grotesca que sea, sería un acto de ingenuidad tan criminal, que seguramente te convertiría en cómplice de terrorismo. Así que, tienes que compatibilizar tu redencíón ante la belleza de París con el horror de la posibilidad de la inmediata destrucción que pregonan estos grupos militarizados que se diseminan por iglesias, panteones, catacumbas, plazas, estaciones y cafés. Estás en la zona de confort, es lo que te dice su presencia, y has de pagar por ello. Asi que, si te mandan abrir el bolso y un policía se interesa por la textura de tus polvos de maquillaje, pues lo dejas hacer, y con una sonrisa en los labios le invitas a jugar con el émbolo de tu tampax para que compruebe que no es un arma de destrucción masiva. Puede ser simpático, si no fuese porque son parte de un protocolo que puede hacer totalmente absurdo el simple hecho de pasear por una ciudad preciosa. Me indigna comprobar que el delicioso personaje del flaneur es, en estos tiempos, un individuo sospechoso de terrorismo. ¿lleva usted líquidos en el bolso? me pregunta un agente de seguridad en el aeropuesto de Orly mientras en la pantalla detectora se refleja la silueta del libro de Marieband Eléctrico, de Vila-Matas. Poco falta para que me retengan por contrabando de literatura de destrucción masiva.