jueves, diciembre 13, 2018

Homenaje a Rosa Chacel. 120 años de su nacimiento.

Retrato de Alejandro Cabeza 

A María Jesús Fariña, por su confianza.Gracias.

Este año se cumple –no puedo decir que se esté celebrando- el 120 aniversario del nacimiento de Rosa Chacel. Ya no constituye ninguna novedad el hecho de que pase totalmente desapercibido. Podríamos detenernos a analizar las causas de este deliberado y persistente olvido, pero sería vano; todo se reduce a lo mismo, a la decepcionante evidencia, de nuevo, de tener que reconocer que Chacel tuvo muy mala suerte con su lugar de nacimiento. No hay que empeñarse en seguir transitando por caminos imposibles.

Concentrémonos en los tan escasos como valiosos recuerdos que de Rosa aparecen milagrosa e inesperadamente, en nuestro entorno.  El más reciente,  el de Luis Antonio de Villena en sus deliciosos dorados días de sol y noche. Leerte, Luis, fue un desternillante y placentero viaje al futuro poniendo rumbo al pasado, así es de confuso este paisaje nuestro. Me hice con el libro de Villena por la única razón de que sabía que hablaría de Rosa, pero es justo reconocer que nuevamente los caminos chacelianos conducen siempre a parajes extraordinarios donde hay alimento espiritual para una buena temporada. Villena, con una generosidad quizás desprevenida por la contundencia del tiempo pasado, nos ofrece un retrato hilarante y valioso de aquella transición de la que tanto nos queda por despejar. Luis nos recuerda a Rosa, y los recuerdos que comparte de aquella amistad son un premio para las que buscamos cualquier pista que nos reconecte con esta magnífica de nuestro pensamiento y literatura.  Nos la describe Luis en su ambiente, con una fidelidad y simpatía que sin duda la haría muy feliz. Dice Luis que la echa de menos. Y nosotras Luis, las que sólo hemos podido leerla y no disfrutarla en vida. De alguna forma, sus seguidoras estamos solas aunque tengamos una obra densísima que nos entretendrá durante años.  Si me pidieran que definiera a Chacel con una sola palabra no lo tendría difícil. Sería insobornabilidad. No dudó nunca de su capacidad y aunque la vida la sometió a las durísimas pruebas de todos los exilios posibles – político, económico, de género- siempre se mostró inquebrantable en sus juicios, aunque sabía mejor que nadie de la enorme incomprensión a la que se enfrentaban sus contundentes declaraciones. Hay cientos de ellas. Todas deliciosamente, rabiosamente irresistibles. Dicen que estos excesos la perjudicaron, que la mantuvieron en un segundo plano siempre, porque la corrección no era lo suyo. Qué despropósito. Ella conocía bien lo que era la corrección. Era precisamente este aspecto aplicado al lenguaje, ese extraordinario oficio del que se vanagloriaba, lo que la mantenía en la cima. Eso se paga con episodios tan sórdidos como el que protagonizara Umbral y tantos otros a los que interesaba justamente lo contrario que a ella: que se hablase de sus libros. Entiéndase esto. Rosa hubiera sido inmensamente feliz de haber tenido mayor reconocimiento, pero no estuvo dispuesta en ningún momento es rebajar el nivel de su pensamiento a costa de la difusión de su obra. Alberto Porlan, gran amigo suyo y al que debemos la mejor entrevista que se le haya hecho, me aseguraba hace poco en respuesta a mi desolación por su desconocimiento, Rosa nunca será muy leída, pero siempre será célebre. No se puede decir más con menos palabras. En esta afirmación tenemos el “intríngulis” además, que nos ayuda a entender mejor esas cosas del canon literario. Nadie podrá ningunearla, aunque no la nombren, aunque no la reediten, aunque no celebren sus aniversarios y no se lleven sus obras a las aulas ni a las pantallas. Sus textos están ahí y siempre habrá lectoras y estudiosas que sabrán que es una cumbre imposible de cuestionar. Esas declaraciones siempre polémicas de Chacel se me antojan piedras lanzadas al mar de la filosofía, la literatura y el modo de vida de su época y de la nuestra. Piedras que hicieron saltar por los aires simplezas, convencionalismos y comportamientos acomodaticios o falsas progresías. Recuerden aquello de que “la literatura femenina es una estupidez, que es de lo más recordado de sus declaraciones. Como si pudiera tomarse como una ofensa al feminismo. ¿acaso no es una falacia hablar de literatura femenina? ¿es que alguien en su sano juicio se refiere a la literatura en general como literatura masculina por ser mayoritariamente hombres los que conforman el canon? ¿es que alguien duda de que hablar de literatura de mujeres o para mujeres las sepulta en un margen seguro y diferenciador por un absurdo empeño en hacer de una desigualdad una bandera? ¿es que no es ella misma y la extraordinaria pléyade de mujeres que en su dificilísima época nos dejaron grandes obras la muestra de la perfecta igualdad de la capacidad creativa de las personas? A mi esta evidencia a punto está de demostrarme lo contrario, la enorme capacidad creativa de las mujeres, puesto que la existencia misma de las propuestas chacelianas son la constatación de una capacidad extraordinaria para anticipar géneros, modas, ideas. A saber lo que hubieran hecho estas magníficas de haber tenido una habitación propia para hacer su obra y unos chelinesm como nos recuerda Woolf, para intentar sacarla adelante. Me siento obligada a recomendar siempre la lectura de las obras de Rosa Chacel porque intuyo que será un descubrimiento tan placentero para tanta gente como lo fue para mi cuando, ¡que tarde! acometí su lectura. Me invitaron un día a elegir una autora y hablar de su obra. Acepté el compromiso y cuando busqué en el catálogo que me ofrecieron quise elegir lo fácil. Y caí en la trampa, toda una suerte. Apareció Rosa. Memorias de Leticia Valle por su aceptable extensión quizá por el propio título me pareció empresa fácil. No sabía que había entrado en una literatura en la que me quedaría años. Las poco más de cien páginas de esta novela me atraparon ya para siempre. Cuántas novedades en este pequeño texto. Lolita de Nabokov empequeñece, no por su inferioridad. No es eso. Empequeñece por la transcendencia que se otorgó a esa obra por su originalidad. En España ¿cuantos sabemos que antes que la canónica Lolita teníamos una novela que incorporaba el tema del juego de la seducción entre una niña y un adulto? Y desde un ángulo ciertamente más complejo y desde luego mucho más relacionado con lo nuestro. En MLV están el deseo, si, pero también la relación entre personas de diferente estatus, diferente sexo, diferente edad y está la historia de España y la voz narradora femenina apropiándose sutilmente del discurso y con una voluntad de hierro. Cuánta crítica vertida para dilucidar quién seduce a quien, si la niña, si el hombre maduro, cuando lo que está claro es que es la palabra la seductora. Y todo con el misterio necesario para que pueda leerse como una historia misteriosa y por tanto atractiva para los que sólo busquen el mero entretenimiento. Pero MLV no trinfó, no arrasó como debía. Porque como toda la obra de Chacel son cartas que a nuestro país han llegado con décadas de retraso. Y aún así ¡qué novedoso es todo lo que propone! Es como si Rosa escribiese sus obras sabiendo que se leerían muy muy tarde. Ella lo intuía todo, seguramente esto también lo adivinó. Después de MLV emprendí la lectura de Teresa. Una biografía encargada por Ortega y Gasset de Teresa Mancha, la amante de Espronceda a la que ella dio vida propia, literalmente además, puesto que se desconocía todo absolutamente de esta persona por haber quedado sepultada en el mito de la mujer fatal que echó a perder la vida del gran poeta patrio. Léanla, y prueben luego a leer el Canto a Teresa. La vista se les nublará pero se despejarán dudas intemporales que se les antojaban irresolubles. De Estación. Ida y Vuelta decir que es una constatación, quizá la única de la lectura más temprana de Joyce en España y de su magistral interpretación. Bueno, eso y que ahí están las propuestas que luego se atribuyero a lo que se llamó el Nouveau Roman. Ahí es nada. Cuando hablo de Chacel no puedo omitir el nombre de Juan Pedro Quiñonero y la deuda eterna que en España contrajo con él, pues fue uno de los introductores de su obra en España. No olvido, por supuesto a Ana María Moix, que tuvo la suerte de contactar con Chacel después de leer Teresa casi por milagro y quedar atrapada en sus páginas. Ana María inició con Chacel una correspondencia que conforma una obra literaria en sí misma de primerísima calidad. Pero Rosa disfrutó de la amistad de muchísimas personas interesantes en su vida y mucho me temo que esta correspondencia tiene la misma calidad y por tanto la misma urgencia para su publicación. Una gran parte de estas cartas fueron destruidas por nuestra autora, para “evitar a los husmeadores de vidas ajenas”, dijo. Pero en la Fundación Jorge Guillén (me pregunto por qué en Valladolid, su tierra natal no disponen de una institución propia para su insigne escritora) descansan aún cantidad de cartas que ya no pueden seguir durmiendo el sueño de los justos. De su gran obra La Sinrazón, no hay sitio para hablar, porque se trata de una obra mayor que no puede ser descrita en un párrafo. Digamos sólo que es la puesta por extenso de aquel proyecto joyciano de Estación. Ida y Vuelta. Ahí está la conciencia realmente puesta en pie de un personaje que explica y se autoexplica invitándonos a habitar esa torre donde el pensador, la escritora desarrolla a paso lento pero contundente una explicación ….del mundo. Pero también hay poesía. Los sonetos chacelianos son puro misterio a la par que una arquitectura perfecta. Valle Inclán opinó sobre su trabajo poético: “Rosa, tus versos son demasiado perfectos. Por ese camino no llegarás a ninguna parte”. No es tan ambiguo como parece nuestro gallego universal. Piénsenlo tras su lectura. Los cuentos, los relatos, su narrativa breve son un concentrado tal de misterio e inteligencia que invitan a su memorización, a su interpretación. Me gusta leerlos en voz alta, quizá porque al sentirme acompañada por mi propia voz me sustraigo un poco a la enajenación que provocan la belleza de sus propuestas. En cada frase me pregunto ¿pero de qué me está hablando aquí? ¿es esto? Sí, es esto. Es este tema, es esta sensación innombrable que yo he tenido a veces. En sueños y también en momentos de profunda reflexión. Y si habéis leído más obra uniréis los puntos, como en el juego infantil,  y entonces emergerá una imagen, una de esas imágenes en movimiento que extasiaban a la Rosa más cinéfila, y por ahí entráis a otra puerta, que sólo será otra parte de la mise en abyme que es toda su obra. Bienvenidos a la obra chaceliana. Bienaventurados los lectores que no se dejan amendrentar por lo “muy” intelectual· (en mala hora Aranguren aplicaste tan mal el adverbio. Claro que a contestarte dedicó Rosa deliciosas páginas también). 

martes, diciembre 11, 2018

Cuánta, cuánta historia. Atocha y la desmemoria.

El chico con cara de ángel que ven en la foto es el asesino de los abogados laboralistas de Atocha de cuya detención, cuarenta años después de aquella matanza, se hacen eco estos días algunos medios de comunicación. Las personas que hemos vivido aquellos sucesos siendo muy jóvenes, sufrimos casi la misma sensación de confusión y extrañeza ante unos hechos que se nos antojan de una barbarie tan desmedida como el silencio y falta de explicación que los rodea. En aquellos tiempos la falta de años y de libertades de nuestros mayores no permitían entender ni inocular casi una idea de verdad y justicia por la que transitar con una seguridad mínima en la senda de la democracia que se avecinaba. Hoy, la persistencia del olvido y la extrañeza ante desenlaces tan tardíos, sólo pueden causar sensaciones también parecidas a aquellas en blanco y negro. No es nada tranquilizador percibir que el ambiente no se haya ventilado convenientemente con un debates rigurosos, pausados y definitovos sobre estos temas. Que la democracia no está conosolidada es algo de lo que no se quiere ni oír hablar, pero ese silencio sólo puede servir para seguir caminando con el paso inseguro del que tiene que acudir todos los días a un examen para el que no se ha preparado suficientemente. Ver a uno de los asesinos de los abogados laboralistas de CC.OO. al lado de Blas Piñar, aquel siniestro  personaje que campeó libremente por los iniciáticos años de la democracia, no es cosa baladí. Tampoco lo es tener que asistir a la resistencia a hablar con normalidad de un pasado histórico tan vergonzoso como dañino para la salud de nuestra convivencia. Faltan datos por todas partes, se mire por donde se mire, se lea por donde se lea y se investigue por donde se nos deje (a estas alturas gran parte de los datos han desaparecido de nuestros expurgados archivos). Falta muchísima investigación, pero afortunadamente hay algunos trabajos interesantes. Menos mal que había periodistas en aquellos tiempos como la gran Rosa Montero que se jugaron la pluma en reportajes que asentaron verdades por hacerlo nengro sobre blanco en la letra impresa de la prensa, quién lo diría, mucho más durareda como testimonio histórico que los solemnes documentos que tenían que haberse conservado en los archivos de nuestras instituciones.  Esta recopilación de recursos que presentamos aquí sólo pretende ser un acercamiento a una labor de investigación que se nos antoja muy escueta. Es un pobre homenaje a aquel magnicidio que sólo entendemos, desgraciadamente entre líneas. A veces, sólo desde la ficción nos damos una idea de dónde puede estar escondida la verdad, ya que el silencio impone siempre duras condiciones a los medios de informaicón. Para saber de la guerra fría y las complejas redes de violencia que desembocaron en acciones como esta matanza es muy clarificador leer, por ejemplo, Operación Dulce de I. McIwan. Seguramente Bejanmín Prado, también lo consigue con su Operación Gladio. La guerra fría es un fenómeno que en España permanece muy poco estudiado también, ahora se entiende por qué. La transición sólo fue pacífica a costa de demasiado silencio, ese fue el precio, Pero para que no se enreden los brazos de la hidra habrá que contar los brazos y cortarlos con la rigurosa serenidad de la valentía de la palabra.
     Blas Piñar y Carlos García Juliá. Fotografía © Diario 16     Blog de Roberto Cerecedo
















BLOGS

LIBROS

Ruiz-Huerta Carbonell, AlejandroLa memoria incómoda, Los abogados de Atocha. PDF

Reverte, Jorge M., Martínez Reverte, Isabel. La matanza de Atocha.

PELÍCULAS: J. Bardem. 7 Días de Enero., 1977Reseña 



AUDIOS: Documentos RNE-El atentado de los abogados de Atocha emitido el 21 de enero de 2017.  DESCARGA EL AUDIO

NOVELAS: Atocha 1977. Silvestre García. Reseña.

TESIS DOCTORALES:  Gallego López, ManuelLa dinamización de la Transición política española a través del asesinato de los abogados de Atocha . 2016. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Tesis publicada a texto completo en el Repositorio Institucional de la UNED. PDF


TRABAJO FIN DE GRADO: Guilló Ruiz, Juan Carlos. Violencia política y opinión pública en la transición: el caso de la "matanza de Atocha". PDF

RESUMEN El presente estudio pretende aportar una nueva visión sobre la transición española y la violencia política desencadenada durante ese período. Se centra en el atentado a los abogados de Atocha y la transmisión y construcción del suceso a la opinión pública desde tres medios de prensa: ABC, El País y La Vanguardia, con el fin de analizar, por un lado, las diferencias en el tratamiento y difusión de la información, y por otro, conocer el contexto político y social del período, y cuestionar, o al menos matizar, determinados mitos o visiones poco realistas que se tienen en la actualidad sobre ese período. Para ello se emplearán fuentes bibliográficas a fin de reconstruir el contexto político y social, y proporcionar un marco teórico en el que insertar posteriormente las conclusiones derivadas del análisis del tratamiento de las fuentes primarias. Palabras clave: transición; violencia política; prensa; Matanza de Atocha. Fuente: Localizado a través del Buscador de Repositorios RECOLECTA.

ARTÍCULOS 

Martínez Reverte, I. Fué un fusilamiento en toda regla. El siglo de Europa, núm.1143, pp.50-52.


Cinco muertos y cuatro heridos muy graves fue el balance del atentado terrorista contra un despacho de abogados laboralistas en el número 55 de la calle Atocha de Madrid, el 24 de enero de 1977, perpetrado por un comando de extrema derecha. Los hermanos Jorge e Isabel Martínez Reverte recrean lo que sucedió en La matanza de Atocha. El asesinato de los abogados laboralistas que conmocionó a la España de la Transición (La Esfera de los Libros). El abogado José María Mohedano facilitó una copia del sumario del proceso a Jorge. En medio del trabajo de investigación y escritura, éste sufrió un ictus y su hermana se sumó al proyecto. Isabel, periodista que ha desarrollado su carrera profesional en los Servicios Informativos de Televisión Española, destaca que aquello fue una ejecución y que la democracia era imparable. TEXTO COMPLETO


Guilló Ruiz, Juan. Violencia política y opinión pública en la transición: el caso de la "matanza de Atocha". Convergencia y transversalidad en humanidades. Actas de las VII Jornadas de Investigación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante. 2018, pp. 281-286. TEXTO COMPLETO.

Resumen. El presente estudio pretende aportar una nueva visión sobre la transición española y la violencia política desencadenada durante ese período. Se centra en el atentado a los abogados de Atocha y la transmisión y construcción del suceso a la opinión pública desde tres medios de prensa: ABC, El País y La Vanguardia, con el fin de analizar, por un lado, las diferencias en el tratamiento y difusión de la información, y por otro, conocer el contexto político y social del período, y cuestionar, o al menos matizar, determinados mitos o visiones poco realistas que se tienen en la actualidad sobre ese período. Para ello se emplearán fuentes bibliográficas a fin de reconstruir el contexto político y social, y proporcionar un marco teórico en el que insertar posteriormente las conclusiones derivadas del análisis del tratamiento de las fuentes primarias




Cavazzino, Valeria. La matanza de Atocha: el relato de un crimen entre periodismo y novela negra. Estudios sobre el mensaje periodístico, 2018, núm.24, pp. 105-120. TEXTO COMPLETO.

Resumen. En este estudio se quiere explorar la presencia de los elementos constitutivos del género negro en los textos que no pueden considerarse puramente literarios. El interés por esa tipología de escritos “híbridos”, que combinan las técnicas y las formas narrativas con los procedimientos más bien utilizados por el ámbito periodístico, se ha enfocado en el estudio de una serie de reportajes publicados por Rosa Montero en El País sobre el atentado de Atocha, ocurrido en 1977. Contribuye a la peculiaridad de los textos estudiados, la publicación del último capítulo de dicha serie de trabajos periodísticos, veintisiete años después de la aparición de las primeras tres partes. Se intentará, por lo tanto, demostrar como este aspecto aparentemente relacionado con la dimensión extratextual, afecte, más bien, a la naturaleza intrínseca de los textos mismos, contribuyendo a la elaboración del estudio, centrado en los puntos de contacto entre las modalidades expositivas y creativas propias de la literatura en su encuentro con las constitutivas del lenguaje periodístico.

Glover, Helen. Atentado de Atocha: 25 años en el recuerdo. Iuris: Actualidad y práctica del derecho, 2002, núm. 59, pp.20-26.

Matanza de Atocha. El crimen que acleró la Transición. Cambio 16, núm. 1574, 2002, pp. 70-71

Cabreja de las Heras. La matanza de Atocha y la Semana Negra de la transición española. Historia del PCE: I Congreso, 1920-1977. Vol.2, 2007. pp. 399-412.


FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL ATENTADO DE ATOCHA









REBIUN: Catálogo colectivo de las Bibliotecas Universitarias Españolas.



lunes, octubre 29, 2018

Juan Pedro Quiñonero, Retrato de artista en el destierro.

Fuente: Amazon

Querido Juan Pedro, tengo que escribirte y desde luego tengo que hacerlo a modo de carta abierta porque quiero que alguien ahí fuera escuche esto. Tu precioso libro, ese Retrato de Artista en el Destierro, título sólo comparable en belleza al original joyceano, es inencontrable. 

Cuesta imaginar cómo puede suceder esto con un libro editado hace bien poco, en 2004 y siendo su autor ni más ni menos que el caballero Quiñonero, uno de nuestros más nobles letristas y defensores de la causa literaria. 

Solo a través de los obscuros vericuetos de los pasillos de los burócratas he conseguido hacerme con una copia que únicamente puedo consultar intramuros en mi biblioteca y previo pago de una alcabala tan injusta como anacrónica. Menos mal amigo artista desterrado, que soy bibliotecaria de numero y archivera de capa y espada. Esta afrenta contra natura y contra el progreso y la investigación no quedará impune. Voy a interponer cuanto recurso o fuerza me sean menester para derribar este pequeño pero dañino muro que se interpone entre mi empeño y tu obra.

Solo delinquiendo parece posible en este país de tontos del bote hacer cosas normales como leer a nuestras mejores plumas e investigar sobre ellas para compartir la felicidad de la belleza de la palabra. 

Ya teníamos todos una deuda impagable contigo por habernos traído a la gran Rosa Chacel a la palestra de aquella España olvidadiza, pero ahora, cada vez que paso una temporada en el infierno y veo ese París que retratas hora a hora casi y leo esos textos refrescantes y amables, me pregunto cómo, cómo se puede rejuvenecer tanto cumpliendo años. Tu blog es un regalo para todos los sentidos. Ahí te encontré, en la red, ¡qué imperdonable que no nos haya presentado un poco más formalmente la cultura de esta España inexistente!. Cuánta palabrería hay que atravesar para llegar a vosotros, los hilanderos, las eruditas. No sé si llegué a tiempo pero me quedo contigo artista, en el destierro, que es el paraíso.

Aún no he dado cuenta completa de su retrato, pero ya puedo decir que el camino está despejado y que a las personas interesadas en conocer un poco más en profundidad aquella España negra, gris e insípida, tienen aquí una guía imprescindible, realmente sólo digerible por las continuas referencias literarias, musicales y culturales que su omnímodo autor degustó como fruto de temporada. Un abrazo, Juan Pedro!!!

sábado, septiembre 08, 2018

Sueño académico

Toyen

Hace un tiempo asistí a una clase sumamente desconcertante. No recuerdo el programa completo del que formaba parte aquella conferencia o lección magistral. Lo que sí es indudable es que se trataba de unas lecciones impartidas por la más incuestionable autoridad en una materia que suscitaba tanto interés en aquellos momentos como, pongamos por caso, la neurociencia hoy día, aunque había una gran diferencia. El carácter exageradamente especulativo de unas propuestas que no eran susceptibles de ser comprendidas y mucho menos aceptadas por los más conspicuos miembros de la comunidad científica.
En la primera sesión, lo atractivo del tema y de los materiales de trabajo me permitieron disimular la desazón producida por la incomprensión más absoluta de las ideas que allí se exponían.
La clase estaba a rebosar y desde luego la entrega era absoluta; quiero decir con esto que por lo que yo podía intuir, nadie dudaba ni de la competencia de la catedrática, a juzgar por la emoción que traslucían las atentas miradas a la pizarra, ni desde luego de sus propuestas y enseñanzas, pues no suscitaban en aquellos rostros atentísimos ni la más leve contracción facial delatora de un desacuerdo, una duda, o mucho menos una desafección con lo que allí se oía o se les entregaba por escrito.
¿ya habían asistido antes a clases parecidas? Era como si fuesen colegas de laboratorio o de grupos de investigación dirigidos por aquella misma autoridad. Sólo yo parecía dudar. Así que estaba sola.
Salí de la primera clase con la cabeza llena de ideas rimbombantes pero vacías de sentido. Palabras, fórmulas, algoritmos, notas, esquemas, ecuaciones sintácticas que liberaban energías desconocidas se amontonaban en absoluto desorden en mi cabeza. No. No. He de reconocer que el desorden no era absoluto. Había unas pautas expositivas rigurosas. Las ideas que la profesora compartía e incluso entregaba por escrito para que pudiésemos seguirla más fácilmente respondían exactamente a uno de aquellos primeros lenguajes de programación que una vez introducidas en la computadora vía teclado se reflejaban en una pantalla absolutamente negra, pero con la asombrosa recompensa de que tú podías ver cómo la máquina ejecutaba tus órdenes. Eran líneas separadas por cifras que tenían que escribirse de diez en diez, y recuerdo que las órdenes eran comandos en inglés de una sencillez apabullante. Tu escribías por ejemplo 100 GO TO 50 y luego 110 IF n mayor que 0 THEN PRINT. Recuerdo haber asistido a aquellas clases de programación en BASIC cuando tenía unos 18 años. Me rodeaban niños de ocho, incluso diez años menos, que tenían muchísima más agilidad que yo para comprender y avanzar en el desarrollo de sus ejercicios. Detecto ahora que estas imágenes regresan a mi memoria, el extraordinario parecido en mi estado de ánimo en las clases, la angustia de quedarse atrás, de non comprender. Era la primera vez que ocurría, pues yo había sido siempre una de esas alumnas aventajadas que no sólo comprendían las lecciones, sino que incluso podían anticipar casi siempre lo que aquellos profesores de mi infancia y adolescencia se proponían explicar. También supe siempre que no era que yo fuera una alumna especialmente dotada, sino que todo era producto de la pésima calidad de la enseñanza recibida.

Me concentré en la hoja que me acababan de entregar y en aquellas líneas encabezadas por cifras separadas de diez en diez podía ver sentencias de todo tipo. Allí estaban las desesperadas notas que Virginia Woolf había tomado una mañana en la biblioteca del Museo Británico tratando desesperadamente de comprender por qué tantos hombres habían descrito a la mujer en términos de inferioridad física y mental. Había una línea de código, que por supuesto no entendía, pero que sí reconocía como un hito en el desarrollo de la Inteligenicia Artificial. Estaban también allí las ecuaciones diferenciales más bellas, traducidas a lenguas muertas. Por supuesto estaba el signo lingüístico autoexplicándose y resolviéndose en una sucesión de planos que sólo podían representarse por cadenas de ADN que previamente habían sido formuladas basándose en hechos reales.
Todo existía y podía reconocerse aisladamente. Saboreábamos y disfrutábamos, como posiblemente toda generación, de haber nacido en la época histórica de mayor prosperidad, y de haber alcanzado un nivel de desarrollo tal que no sólo nos aseguraba un presente tecnológicamente superior, sino que nos abría constantemente expectativas de futuros más ilusionantes que cualquier paraíso prometido por la mejor de las religiones.
Entre las asistentes se encontraban algunas personas que ya conocía. Nunca me hubiera imaginado encontrarme con alguna en un curso como este. Reflexioné sobre sus temperamentos y personalidades tratando de destilar algún rasgo común que explicase su interés en las clases. Reconocí inmediatamente que lo que las unía era un seguidismo acomodaticio a todo lo que oliese a elitismo académico. Acogían acríticamente las intrincadas ideas de la profesora como seguramente lo habían hecho sus abuelos con las bendiciones de su párroco.
No se planteaban siquiera la posibilidad de cuestionar unos argumentos que le les presentaban con la contundencia de un oráculo. Pero yo no comprendía. Y en esa segunda lección ya no podría posponer mi sed de justicia, porque ya no era el deseo de comprender teorías y ecuaciones extremadamente difíciles. Había comprendido el enorme vacío que se escondía en aquellas monumentales sentencias paracientíficas, y una insobornable decisión de reestablecer la lógica me llevó a formular preguntas y compartir reflexiones que fueron rechazadas por todos como si fuesen descaradas interrupciones sin sentido por parte de alguien que no tendría que haber sido seleccionado para estar allí.
Mi compañero de pupitre intuyendo mi desazón, me ofrecía generosamente, aunque a escondidas, sus notas. Yo ahí podía ver alguna lógica, pues se trataba de un informático muy competente al que apreciaba y que tomaba unos apuntes personalizados y en un código que yo podía comprender. Le agradecí su gesto, más por lo que tenía de honestidad propia, al tratar de interiorizar aquellas teorías grandiosas y transformarlas en un humilde diagrama de flujo, que por su piadosa comprensión hacia mi solitaria y reprobada posición.
Me fui a casa sola, abriéndome paso entre el desprecio e indiferencia de los asistentes. Recogí aquellas notas y las iba revisando mientras caminaba hacia casa. Me habría sido más fácil descifrar una tablilla sumeria de minúscula escritura cuneiforme que entender la lógica que seguían aquellas conclusiones en que “Les pensées” de Pascal se descomponían en figuras geométricas cuyas caras se repartían entre nosotros para que ofreciésemos una interpretación original. No tenían sentido ni las propuestas ni las respuestas. Todo era sometido a un análisis tan minucioso como ridículo y el signo lingüístico era tratado como una molécula a la que se podía contaminar con cualquier mensaje. Si, era un lenguaje articulado el que se hablaba en aquella clase, pero era de una prescindibilidad tan evidente que te hacía dudar de tu propia materialidad. Era la comunicación de la nada. Todo era tan insultantemente ridículo, pero la magnificación de lo que denominaban contexto era de una estupidez insoportable. Uno de los ejercicios nos presentaba una reproducción facsimilar del lomo de un libro de Spinoza. Alli figuraban en letras doradas los caracteres del nombre del autor, el título una frase del mismo autor que explicaba su libro, aparte de los datos de publicación propios de aquella época. Ya saben, los privilegios, la venia, el explicit…y todo eso tenía que ser analizado e inquebrantablemente entendido como una parte inseparable del contenido moral del texto.
Me paré en seco y me armé de valor. Di media vuelta, dispuesta a volver a la clase y abordar a la profesora. Iba a pedirle sus credenciales y por supuesto el nombre de la disciplina que originaban aquellas teorías que se tenían por las más innovadoras de la Academia. Cuando llegué al aula, me encontré a la pitonisa. A estas alturas, yo ya había decidido situarme al margen de la credulidad de aquella parroquia. Le pregunte su nombre completo. No puedo reproducirlo aquí, pues se trata de una investigadora muy reconocida y no es mi intención ocasionarle ningún sofoco. Pero he de decir que en cuanto lo escuché aquel nombre recordé quien era. Me había leído todos sus libros. Más de doscientos. Investigaba sobre la desigualdad de género a nivel económico a lo largo de la historia. Una verdadera autoridad en esta materia. Su trayectoria de investigaciones no tenía nada que ver con las obtusas teorías que se escuchaban en el curso.  Dije que había leído sus libro, y en efecto, conocía sus textos, pero nada sabía de su aspecto físico. Las personas más honorables, académicamente hablando, no suelen aparecen en fotografías ni por supuesto sus lectoras solemos tener interés en buscarlas. Me fijé entonces en su indumentaria. Llevaba una camisa floreada y de mangas largas y demasiado holgadas. Una especie de volantes que se recogían o ceñían en un chaleco marrón que delineaba una figura indudablemente femenina. Era un vestido vulgar, pero me costaba reconocerlo, quizá por mi falta de habilidad para interpretar los dictados de modas y estilos. Me fijé entonces en su rostro y descubrí unos rasgos extraordinariamente familiares, estaba segura de estar ante alguien que conocía, que había visto recientemente y que no era una eminencia académica. La profesora detectó mi desconfianza pero no mostraba signo alguno de incomodidad, era como si fuera de clase se hubiesen abierto unas enormes puertas por las que entraba la primera luz de la mañana y la primera brisa de un nuevo día de otoño. Miré su pelo y su peculiar sombra de ojos, pero sólo cuando se dejó colgando por una cadenita desdorada sus gafas de montura metálica pasadísimas de moda me acordé de su verdadero nombre y de su verdadera profesión, era la Doctora Meilán, una traumatóloga incompetente que me había desatendido en la consulta sólo hacía escasas horas sobre mi esguince.





miércoles, agosto 01, 2018

Ella. Un cuento

Para Ana y Jose  
El Pedrón, 15 de julio de 2018.  

A mi peluquera, porque mientras me guapea me pone a  Richard Ashcroft, PJ Harvey, Nina Simone, Bedouine, Loudon Wainwrigh, Iggy Pop
Ray Charles, Josele Santiago, Sweet Emma, Janis Joplin, Raphael&Tom Jones, Ella&Louis, Ed Sheeran, Sinead O´Connor., Tracy Chapman...y para mi que en la próxima me pondrá "Into my Arms" o Joss Stone. o cualquier otra maravilla.
  
Digujo © Aser
ELLA 
La conocí cuando buscaba una casa para alquilar en mis vacaciones veraniegas. A decir verdad, fue ella la que me conoció a mí al abordarme sin yo percibirlo con su impredecible figura, a todas luces ingente para lo que se esperaría de una dama de formas tan elegantes.   Si me hubiesen advertido de su presencia no habría sucumbido tan inocentemente al miedo que me produjo su impetuosa bienvenida.  Convivimos en desequilibrada vecindad no más de una semana en aquella primera ocasión, pues se mostraba igual de esquiva cada día, nada más intuir mi presencia. Yo procuraba entonces, inocentemente, cambiar de perfume, de ademanes incluso, intentando despistarla, que me tomara por cualquier otro. No hubo forma. Llegué a sospechar que intuía mi intención de pasar delante del cuidado césped en donde solía pasar la mayor parte del tiempo en aquellos soleados días de junio, pues invariablemente, a diario, se repetía el ritual de aquel casi abalanzarse sobre mí simplemente para saludarme. 

Pero era un saludo como de terminante advertencia y me producía la misma sensación de esos rótulos que representan calaveras en los postes de alta tensión. Eran sus recibimientos como un no rotundo, a pesar de la inexistencia de ninguna solicitud  previa.  A esas alturas no me atrevía yo a pensar en proponerle nada, pese a su insobornable y arrebatadora presencia. Yo confiaba los primeros días, que aquella semana fuese una especie de pretemporada de alguna relación más sólida. Pregunté por sus gustos, por si me fuera posible acercarme a ella por la vía de un regalo irresistible, o sea, del soborno.  Damián, el propietario de la casa con el que vivía, me advirtió que los dulces los tenía prohibidos por cierta delicadeza en uno de sus órganos internos. No había muchas más posibilidades. Las prendas de vestir y las joyas no venían al caso, eso era evidente. Podría comprarle una tumbona de colores vivos que realzase todavía más su brillante y rebelde melena negra, pero algo me decía que no debía atreverme a introducir en su espacio ningún objeto que no fuese de su propia elección, y desde luego no podía ni remotamente pensar en que me acompañase una tarde a la concurrida calle del mercado local que se organizaba diariamente en la ciudad cercana a su casa. 

De modo que aquella semana se esfumó, antes incluso de que se me ocurriese la forma de abordarla sin que peligrase mi dignidad.  Siempre me sorprendió la prevención que ante mi presencia adoptaban las señoras, pero esta vez era algo distinto, porque ella, invariablemente, accionaba su peculiar dispositivo de alarma antinuclear nada más poner yo un pie dentro de su territorio.  Me fui desolado. La rutina de la vida ordinaria me arrebató, y sin rechistar volví a mi casa y me vi de nuevo cabalgando sobre la realidad sin que mi voluntad se hiciese siquiera con una baza del absurdo juego de mi vida en los meses que siguieron y precedieron a su presencia. No hubo cartas ni llamadas, ni siquiera encuentros casuales que renovasen su recuerdo, pero ¿cómo olvidar aquel perfume animal, aquel desparpajo como de Lolita con el que me recibía cada mañana?  Resolví, como es lógico, alquilar la misma casa al año siguiente, y para no sucumbir al desencanto de su ausencia me construí una idea de ella. que hiciese inocuo el período de entreguerras que forzosamente se introducía en el calendario.  

Tenía por delante meses de trabajo en la agencia en donde trabajaba subtitulando películas para un sello independiente que producía, documentales, videoarte y series para televisión de autoría femenina. Así que me propuse que ella fuese el alma de las protagonistas a las que yo tenía que traducir. Durante todo el invierno ella fue todas las mujeres imaginadas por escritoras, directoras, coreógrafas, compositoras, guionistas o videoartistas autoras de uno de aquellos audiovisuales.  Ella fue Olga, la amante vitalicia de Florianne en la serie No Woman s Land, una especie de biopic de Gertrude Stein y Alice Toklas. Fue también Lorna, la gatita pitagórica que componía inocentemente exquisitas piezas musicales que se atribuía luego su dueña, Milena Berveroba, una compositora y filósofa francesa, de ascendencia rusa. En los ojos de Lorna no tardó en aparecérseme aquella mirada sesgada y desafiante. A punto estuve de subtitular aquellas miradas, puesto que en descifralas para que dijesen lo que yo quería, invertí muchísimas más horas que en todos los demás personajes.  Ella fue incluso una roca que apareció fugazmente en una escena de Blessing in Disguise, una serie de únicamete cuatro capítulos sobre las complicadas relaciones de pareja entre personas emocionalmente disfuncionales. Quien sabe cuántas veces usé el botón de detener la imagen solamente porque aquella formación rocosa, a contraluz, en una playa del sur de Galicia era, a mis ojos la exacta reproducción su silueta. 

El mes de junio apareció por fin de nuevo en mi agenda y a falta de una semana para iniciar mi descanso recibí una llamada de Damián para confirmar las fechas de mi estancia.  Mientras hablábamos, podía escucharla levemente. Yo trataba de prolongar la conversación improvisando dudas sólo por el placer de disfrutar de aquel timbre que por vez primera no resultaba amenazador. Pero a medida que la conversación se iba alargando también aumentaba el tono de aquellos jadeos de fondo y ahora podía visualizarla de nuevo como la recordaba, con aquella exhibicionista agresividad con la que me recibía cada día. ¿intuiría que era yo el que estaba al aparato? Aquellos movimientos delataban un estado de excitación puesto que mi interlocutor se disculpó un momento para reconvenirla. Oí como le suplicaba que se calmase animándola a permanecer recostada. No pude evitar preguntarle por su estado. 

Si, está bien, es caprichosa e imprevisible, ya la conoces. Pero gracias a un excelente veterinario que le administró un nuevo tratamiento ya totalmente recuperada. Además ahora disfruta de buena compañía, Toxo, ya le conocerás, un pequeño terranova que acaba de desembarcar hace un par de días.   

martes, mayo 08, 2018

E que marchara sen fechar as contras, veu un pouco de vento e de socato todo bateu contra todo, non tiven máis remedio que voltar a aquela casa. Non quixen arranxala, chovera moito por ela as paredes xa case se tiñan derrubado. Así a todo campaba moi ben, era como unha alapiñeira. Non debe quedar ninguén que lembre cousas así de bonitas, só en recunchos irrecuperábeis de memorias perdidas. Así a todo, cómpre aviarse para saír e cómpre aviarse para voltar.

I left without telling anyone because I did not know that so much wind was going to blow in my absence. Excuse me I had to go back also without warning. He would clean everything if he knew, but it is impossible. I have other materials. They will not stain so much, that's for sure, the expiration date itself prevents it. I will be as cryptic as I am sincere, that does not hurt.

¿que decías hermana? nada, déjalo...fue demasiado tiempo, las células se descomponen y mueren si no están en sus órganos; mis palabras también murieron, eran demasiado blandas, no soportaron los cambios bruscos y perdieron su forma. Ahora te hablaré de otra manera, más cálida y penetrante y sabrás, de alguna manera que sólo es para ti el verbo. Nos vemos en la vida.

martes, febrero 06, 2018

Para Ludi

Hay personas muy especiales en la vida de las personas, o eso es lo deseable. Y viceversa. Hay personas muy deseables en la vida de las personas,  y esto es algo especial, y digo especial como refiriéndome a la rareza de lo que es específico, o a la natural rareza de un especímen. Tengo la impresion de que somos cada vez menos las personas especiales que contamos con seres tan deseables en nuestro entorno. Y viceversa. Creo que somos pocas las personas deseables y que contamos con seres tan absolutamente especiales. Esta materia era cursada en los primeros niveles de la escolarización: Ni eso. Aprender a rodearse de personas especiales, de personas deseables, era lo primero que trataban de enseñarnos nuestros seres queridos. Ni eso. Creo que aprender a disfrutar de seres especiales y deseables, y querer convertirse en seres deseables y especiales para los demás siempre fue, hasta anteayer, algo que todo ser humano y que toda persona buscaba de forma innata. No tenía que enseñárnoslo nadie. Siendo que soy especial, y esta sensación no la experimento como algo tierno, como un abrazo, no. La siento como una posibilidad de pérdida. La siento como la seguridad de una pérdida irremediable. Por supuesto que me refugio en la absoluta e incondicional felicidad que me proporciona el calor de la seguridad de pertenecer a las personas deseables y especiales, pero veo cada vez más a más y más y más personas que no proyectan nada, ni su sombra, y que buscan desesperadamente la irrealidad de un vacío abolutamente atestado de sombras que no se corresponden con nada. No sé, voy a intentar dibujarlo, creo que será más fácil de explicar.